jueves, 1 de diciembre de 2016

Reflexión literaria


Estas fábulas que yo escogí me gustaron porque cada texto tiene su forma de decir las cosas, gracias a algunas moralejas que estos textos contienen   me ayudaron  a reflexionar y a pensar un poco sobre mi vida y como debo de cambiar, también me gustaron por la forma en que se expresan los personajes.

El eclipse (Augusto Monterroso)

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
FIN



La obeja negra (Augusto Monterroso)



En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Augusto Monterroso

Escritor guatemalteco, uno de los autores latinoamericanos más reconocidos a nivel internacional. Aunque nacido en Honduras, Augusto Monterroso era hijo de padre guatemalteco y optó por esta nacionalidad al llegar a su mayoría de edad. Participó en la lucha popular que derrocó a la dictadura de Jorge Ubico y posteriormente hubo de exiliarse. Con un paréntesis en Guatemala y algún destino diplomático, vivió desde 1944 en México, donde trabajó en la UNAM y, como traductor, en el Fondo de Cultura Económica.

Augusto Monterroso
De formación autodidacta, desde muy joven alternó la lectura de los clásicos de las lenguas española e inglesa con trabajos que le servían para contribuir al sostenimiento de su familia. Fue cofundador de la revista literaria Acento y se le ubica como integrante de la Generación del 40. Escritor de fama internacional, mereció importantes galardones y reconocimientos, como el premio nacional de cuento Saker-Ti (Guatemala, 1952), el premio de literatura Magda Donato (México, 1970), el Xavier Villaurrutia (México, 1975), la Orden del Águila Azteca (México, 1988), el premio literario del Instituto Ítalo-Latinoamericano (Roma, 1993), el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1997), el Príncipe de Asturias (España, 2000) y el Juan Rulfo (México, 2000).
Su producción narrativa incide fundamentalmente en el análisis de la naturaleza humana desde una óptica irónica. La literatura de Augusto Monterroso, sin embargo, es difícilmente clasificable: textos breves en general, de género impreciso, en la frontera del relato y la fábula, del ensayo y el aforismo, escritos con sentido del humor y de la sorpresa.

El asno y el cochino (Félix María Samniego)






Envidiando la suerte del Cochino,
un Asno maldecía su destino.
«Yo, decía, trabajo y como paja;
él come harina, berza, y no trabaja:
a mí me dan de palos cada día;
a él le rascan y halagan a porfía.»
Así se lamentaba de su suerte;
pero luego que advierte
que a la pocilga alguna gente avanza
en guisa de matanza,
armada de cuchillo y de caldera,
y que con maña fiera
dan al gordo Cochino fin sangriento,
dijo entre sí el jumento:
Si en esto para el ocio y los regalos,
al trabajo me atengo y a los palos.











miércoles, 30 de noviembre de 2016

Félix María Samaniego


(Laguardia, 1745- id., 1801) Escritor español, famoso por sus Fábulas morales. Junto con Tomás de Iriarte es considerado el mejor de los fabulistas españoles; la violenta enemistad surgida entre ambos ha pasado a la historia de la literatura.
Perteneciente a una familia noble y rica, tras los primeros estudios (llevados a cabo en el hogar paterno) fue enviado a cursar derecho a la Universidad de Valladolid, donde permaneció dos años sin llegar a concluir la carrera. En un viaje de placer a Francia se entusiasmó con los enciclopedistas, y se quedó mucho tiempo en tierra francesa; allí se le contagió la inclinación a la crítica mordaz contra la política y la religión tan grata a los hombres del siglo, y cierto espíritu libertino y escéptico que le indujo a burlarse de los privilegios y a rechazar, incluso, un alto empleo en la corte que le ofreció el conde de Floridablanca.
A su regreso a España contrajo matrimonio y se estableció primeramente en Vergara, donde participó en la Sociedad Patriótica Vascongada, tendente a la difusión de la cultura en los medios populares, y de la cual llegó a ser presidente. Las fábulas escritas para que sirvieran de lectura a los alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado de Vergara son su obra más conocida. En 1781 se publicaron en Valencia los cinco primeros libros con el título de Fábulas en verso castellano, y en 1784 apareció en Madrid la versión definitiva, titulada Fábulas morales y formada por nueve libros con 157 fábulas.
Las fábulas de Samaniego se inspiran en las obras de los fabulistas clásicos Esopo y Fedro, y también del francés La Fontaine y del inglés J. Gay; todas ellas tienen una finalidad didáctica. De estilo bastante sencillo y métrica variada, muchas fábulas destacan por su espontaneidad y gracia: La lecheraLas ranas que pedían reyEl parto de los montesLa cigarra y la hormigaLa codornizLas moscasEl asno y el cochinoLa zorra y el busto o El camello y la pulga.
La publicación de las fábulas de Tomás de Iriarte (que 

La liebre y al tortuga (Jean de la Fontaine)



Una Liebre y una Tortuga hicieron una apuesta. La Tortuga dijo: -A que no llegas tan pronto como yo a este árbol...
---¿Que no llegaré? -contestó la Liebre riendo-. Estás loca. No sé lo que tendrás que hacer antes de emprender la carrera para ganarla.
---Loca o no, mantengo la apuesta.
Apostaron, y pusieron junto al árbol lo apostado; saber lo que era no importa a nuestro caso, ni tampoco quién fue juez de la contienda.
Nuestra Liebre no tenía que dar más que cuatro saltos. Digo cuatro, refiriéndome a los saltos desesperados que da cuando la siguen ya de cerca los perros, y ella los da muy contenta y sus patas apenas se ven devorando el yermo y la pradera.
Tenía, pues, tiempo de sobra para pacer, para dormir y para olfatear el tiempo. Dejó a la tortuga andar a paso de canónigo. Ésta partió esforzándose cuanto pudo; se apresuró lentamente. La Liebre, desdeñando una fácil victoria, tuvo en poco a su contrincante, y juzgó que importaba a su decoro no emprender la carrera hasta la última hora. Estuvo tranquila sobre la fresca hierba, y se entretuvo atenta a cualquier cosa, menos a la apuesta. Cuando vio que la Tortuga llegaba ya a la meta, partió como un rayo; pero sus patas se atoraron por un momento en el matorral y sus bríos fueron ya inútiles. Llegó primero su rival.
---¿Qué te parece? -le dijo riendo la Tortuga-. ¿Tenía o no tenía razón? ¿De qué te sirve tu agilidad siendo tan presumida? ¡Vencida por mí ¿Que te pasaría si llevaras, como yo, la casa a cuestas?
 La idea de nuestra superioridad nos sirve con frecuencia. No llega a la meta más pronto quien más corre.